Escenario imagino
Imagino que algún día alguien me leerá
y dejaremos de ser desconocidos.
Imagino, también,
que alguien me dirá
que cualquier pasado escrito
es un museo abandonado del olvido.
Imagino que alguien me pide que lea
lo que alguna vez te he dicho
y entonces leo, distante y tranquilo
y mientras tanto imagino:
las plantas de tu jardín, tu domicilio,
la puerta que se abre, la mesa tendida,
la cama hecha un lío,
el ritual del domingo,
sus zapatos, los tuyos,
ambos abrigos,
la ascendencia de tus hijos y su apellido.
Imagino que vas leyendo esto junto conmigo
y se te pasan por la cabeza los instantes vividos.
Va pasando la noche y yo aquí sigo
como una metáfora adversa, un oxímoron
del árbol y de la fuente y del camino.
Imagino que me escuchan
y que sienten mis latidos.
Y yo me pregunto qué cara pondré
cuando me pregunten a quién se los he escrito
y por fuera parezca que no pasa nada,
que he mentido
y por dentro recuerde que yo no tenía máscaras
cuando te miraba y me encontrabas perdido.
Imagino que tengo un micrófono y que digo:
“El amor es un guerrero que no combate,
es un anciano que es como un niño,
es un mendigo que da y reparte
lo que no tiene y lo que ha perdido”.
¿En qué estaba? ¡Ah! Cierto. Vuelvo a lo mío.
Imaginando que con estos versos termino:
Mientras él apaga la lamparita de tus noches
alguien enciende la luz del escenario vacío
y yo escucho las voces que aplauden
y lentamente sonrío.