Me-Lee
“And the stars never rise,
but I feel the bright eyes”
Edgar Allan Poe
I
Desde la plutónica historia del amor,
venida del celoso umbral celeste,
abrazo del primer océano y del éter,
ha llegado en incendio hasta mí
la seudónima ánima llamada Lee.
Cierta es la licencia profanada
de aquella tumba frente al mar
que pido permiso a la inmortal
envidia de los serafines y así
poder llamarla en igual:
mi Lee.
Carezco de osadía ante el temor
del viento helado de la ciencia
que en mi mente sus alas negras
cimbren sobre ella un nevermore.
No, no serás sobre Palas mi Leonor.
II
Pero la noche es terca y en sus plafones
las esfinges desenredan eternas
lo que la vida da y el tiempo anega,
como una calavera en tumba pétrea
quiere imitar al mármol
pero lo niega.
Así yo he dicho en una noche razones
de cómo alzarle vuelo a sus velas
mientras que el secreto de mis máscaras
se revelaba en hondo clamor a ciegas
bajo el silencio de Palas: es amor,
es amor aunque no quieras.
Y es en la noche de altos estertores
donde los súcubos ahondan sus deseos
y los mares satíricos de estos museos
en que se exhiben olímpicos los recuerdos
el cuervo tan herrumbre del dolor
me repite insistente:
nevermore… nevermore…
III
Yo sólo tengo una puerta inhiesta
—¡Oh cuervo de eterna testa! —
donde el pico de tu pasado impera
la llamarada llamada roja y negra
de una visita que no vendrá
pero está afuera.
Aléjate y remonta tu espesura
con la bruma noctívaga en tus plumas.
Pregunta allá en Galaad o en el Edén
si sus ojos aún empañan a la luna.
Si los ángeles aún doran en sus alas
el nombre que lloro
bajo esta sepultura.
Pregunta, cuervo, por mis rezos
pregunta, aunque sea baladí,
si en algún palacio o alrededor
camina sin tiempo quien fue para mí
la seudónima ánima llamada Lee.
Pregúntame sólo eso, por favor
and nothing more…
IV
Ella va por una orilla del mar encandilado
ausente de agonías de los versos de vulcano.
Golondrinas celestinas, índigos albatros
rondan sobre la estela rúbrica en sus pasos.
—¿Rondan también las ninfas?
—Celosas de sus labios.
La noche ya se enfría, ella calienta sus manos
con la luz que le prodiga tu faro tan lejano.
Tus días ya se hunden, tu espiga va cerrando
y es segada por la vida igual que en un naufragio.
—¿La nueva orilla brilla?
—Con los versos que le has dado.
Desde el áureo nuevo día serafines entronados
borran con ironía de sus ojos tu pasado.
—¿Borran también mi dicha lacónica en sus brazos?
—Y también la eternidad de los besos entregados.
—¿Algo dejan en su alma, algo dejan sobre mí?
—Sólo un eco que se apaga llamándola:
“mi Lee”.
V
Desde la plutónica orilla de este amor
donde el pretérito la tierra invierte
estos versos de tumbas y de nepentes
embriagarán a la cuenca carmesí
la seudónima fábula de Poe & Lee.
Depondrá su trinar el vasto cielo.
Los ángeles sus vientos saciarán.
Estos nombres jamás habrán tenido dueño.
Sobre Palas ningún cuervo azotará.
Ya la tarde caduca su lucero.
La pletórica sentencia atracará.
Las olas redundan con su velo
la piedad del olvido con su sal.
Leonor aposenta ya su dedo
e inscribe en la arena efímera del mar
lo que nunca se sabrá ni tendrá duelo
lo que nunca ya nadie envidiará
y nada más
nunca más
nunca jamás…