Poema Final
Se terminó.
Aprenderás ahora el obstinado olvido
y la cruel reincidencia de la indeleble memoria.
Pero no borrarás la marca de su boca,
ni su olor, ni su calor, ni su sonido.
Será todo su ser piel de encadenadas rocas
que arrastrarás en vano hacia tu Gólgota.
Preguntarás por qué ha partido
y te juzgarás sin recelo desde tu fragilidad.
Pero no habrá respuesta de los cielos.
Lo que te queda es el consuelo de la nada,
el eco de un nombre sin retorno y todos los desvelos.
Y hasta que entiendas que no hay culpables,
que sólo porque ames no te tienen porqué amar,
y que nada, salvo lo eterno, carece de finales,
no podrás continuar y dolerá
como todas las cosas que son parte de la carne.
Y más que lo perdido y lo que extrañes
será peor dolor el advenimiento insondable
de lo que pudo ser y no será.
Evitarás esquinas, bancos, plazas.
Su voz por todo el aire convaleciente volverá.
El sol será de los otros.
La luna confidente siempre estará por la mitad.
Y ese gancho creciente o menguante como un diente
su ausencia sobre la almohada insistirá.
La música será prohibida y compañera
y entre sus notas férreas tu sangre temblará.
Y dolerá hasta que lo aceptes
y cuando aceptes dolerá incluso más.
Los espejos multiplicarán tu suerte.
Tendrás que ser valiente y continuar.
Buscarás del fiel bastón de la amistad su torrente
y serás desierto terco que intentarán llenar.
La noche no descansará sus mordaces aullidos.
El duro cristal del tiempo llanto a llanto girará.
A cada paso su nombre perderá abrigo
y ante el desamparo de nuevos recuerdos callará.
Como una historia de cine, verosímil pero ya no real,
habrás dejado su camino en el recoveco de tus huesos
y tras el antiguo friso de tu cráneo una verdad:
Una mirada puede contemplarte el universo.
Una lágrima puede renunciarte el paraíso.
Una sonrisa puede reiniciarte la eternidad.