A continuación dejo tres poemas concatenados escritos durante una misma noche. Los dos primeros pertenecen a Los Ásperos Días y el último a De Amores y Deambulos.
Visita del desvelo
La he visto abrirse como una bandera entre los muertos
y desplegar su nombre y su horizonte todo tan repleto.
Sonó el metal de su idiosincrasia de piedra y mortero.
Me dijo tempranera impávida de destierros:
«Vengo a verte, a que no tienes sueño»
La miré con los ojos de pleonasmo bien abiertos:
No. No tengo sueño.
Tengo un árbol de tanto tiempo y un nido bajo el pescuezo
y una paloma rota y un ruiseñor bostezo
y una cama resumida y un celular y un viento.
No tengo saldo, tampoco crédito,
no podré mandar botellas de naufragios
ni llamar a un testaferro,
pero tengo tanto plástico
que escucho rugirme un dinosaurio adentro.
«No me sirves —me dijo— tus manos…
te las puedo cortar ¿no es cierto?»
Me asusté. Las necesito —contesté
ya con los nudos despiertos. Dijo:
«Lo que tienes no me sirve, si no las usas yo me las llevo»
No es mi culpa ni la tuya traté de explicarle, creo;
no es que me haya olvidado,
es que me voy lleno de cuervos.
Las lechuzas me han dejado
y profetizan los gusanos en mi centro.
Pero bueno,
si no te sirven las mil caras de mis nervios
tengo un cuadro y tengo un rifle
y un desamor y un testamento.
O llévate mis piernas que no me sirven
sin destinos ni encuentros.
«¿Qué más tienes? A ver, dime»
y fue abrazándome los miembros.
Y al intento de mis fracasos
fue desbloquéandome del cuerpo.
No queda otra que rendirse, sino
¿Qué otra cosa tengo?
Posesiones
Tengo en mis manos un vientre enfermo,
una jauría de mil soldados
y una victoria sin paz ni dueño.
Tengo en los puños un llanto incierto
de los despojos de mis hermanos,
de mis hermanos que ayer han muerto.
Tengo en los dientes un hambre quieta
y en su serena iridiscencia
solo el color de un reprochar.
Tengo en la cúpula de mi cabeza
una pantalla siempre despierta
que me aluniza donde no hay.
Tengo un pasado embotellado
que va llenándolo un anciano
con una sonda indigerible.
Tengo un presente bien resguardado
por los dolores y los temores
de las memorias inmarcesibles.
Tengo un futuro algo prosaico
que intento nulo y algo versado
volarlo un poco hacia lo lírico.
Tengo un infierno como un mosaico
y entre sus pastos de llama y sangre
los azulejos verdes de olimpos.
Tengo un teléfono resquebrajado
y entre sus brillos y sus plaquetas
la indiferencia que persiste.
Tengo una mesa y este teclado
y un monitor con un programa
que piratean lo que no dije.
Tengo una silla y una paciencia
que a la arboleda necia de afuera
le desespera en estación.
Tengo un amor, cero certezas
y entre el escombro de mis tormentas
no me amilanan esta ilusión.
Carencias
Mt. 8:8
Tengo un hijo entre las venas del silencio.
Unas manos hijas del anhelo.
Quizá un dolor paciente y sincero
que tuerce la virtud de los huesos.
Tengo un hijo nacido de tu sombra.
Un llanto niño de celos.
Tal vez sea el desorden de tu boca
perfecta de enero y de invierno.
Tengo un hambre de mi hijo no muerto.
Una boca tibia de tu cuello.
Jamás los ojos heridos de olvido
sanados por la fiebre de tu cuerpo.
Tengo un hijo huérfano de besos.
Un capricho salvaje de tierno.
Mi niño sufre entre las venas del silencio.
Mi hombre muere en la sangre de tu sombra.
Un silencio tuyo bastará para sanarme.
Una palabra tuya bastará para mis horas.