Lufso

El viaje cíclico

Después de demorarse cuarenta minutos por fin el colectivo está listo para salir; la insoportable espera llega a su término. De una vez por todas me voy a ir de aquí. No veo las horas de llegar.

Para colmo estos asientos son demasiado incómodos. Por suerte no es un viaje largo. Ya pasaron quince minutos desde que salimos. Un señor va dormido a mi derecha sobre la ventanilla. Que desastre. Lo peor del caso es que el chofer acaba de encender la radio y lo único que suena es ese folklore viejo, oriundo de lo profundo del campo. Mejor me pongo los auriculares y escucho mi propia música.

Ya pasamos el puente. Ahora termina la autopista. Después vendrá la cuesta del 25 y así sucesivamente. No veo las horas de llegar. Mejor me duermo un rato. El viejo me pregunta qué hora es y se vuelve a dormir. Más allá de los vidrios pasan los campos con sus vacas.

¡Pero qué carajo! Ese resplandor fue demasiado fuerte. Nadie parece haberlo notado. ¿Qué les pasa? Mejor no pregunto,quizás justo estaba por dormirme. El viejo me despierta para preguntarme de nuevo la hora. Le digo que son y media. Me vuelvo a dormir.

¡Otra vez el resplandor! O soy sólo yo o es algo común. Le pregunto al viejo que si vio el destello, me dice que no. Más allá de la ventana pasa un cartel de camino en reparación mientras que en mi celular suena un tema de una banda amiga.

Abro los ojos por culpa de una luz. Ya es la tercera vez. Me fijo si no hay algún foco que esté funcionando mal. La pareja del otro lado del pasillo me mira y después él la cubre con una manta que saca de su bolso. Vuelvo a mi asiento y me doy con que sigue sonando la misma canción. La cambio y vuelvo al sueño.

Como si fuera una broma, vuelvo a despertarme por el fogonazo. Lo despierto al viejo para preguntarle si ha visto eso de nuevo. ¿De nuevo? Me pregunta y me pide la hora. Le digo que quizá ya son en punto o y diez. La pareja de al lado se acomoda y él la cubre nuevamente con una manta que saca de su bolso. De nuevo suena la misma canción. Agarro el celular para cambiarla y veo que son las y media. Cuando enfoco mis ojos más allá de
la ventanilla veo un nuevo cartel de camino en reparación. Esto jamás va a terminar; no vamos a llegar nunca.

El sueño me invade poderosamente y aquella luz vuelve a despertarme. Por algún motivo todo cada vez es más silencioso. El viejo se despierta y me pregunta qué hora es. Le digo que deje de insistir con eso cuando veo que del otro lado de la ventanilla pasa un cartel de camino en reparación. Pero más allá de la banquina todo parece estar cubierto por una niebla densa y opaca. Quizá sea la zona. Entonces me doy con que suena la misma canción.
Harto ya me decido a quitarme los auriculares y a apagar el celular. ¡Lo que me faltaba! Se rompió mi celular; continúa marcando las y media. El sueño me gana una vez más.

Como si fuera una broma de mal gusto mis ojos se abren por otro resplandor. El viejo se despierta y me pregunta qué hora es. Ya enfurecido le grito que deje de preguntarme lo mismo. Entonces veo que la niebla no me deja ver más allá de la ventanilla, incluso ha invadido el interior del colectivo, tanto que no puedo ver la parte de adelante. Giro y la pareja me mira de forma extraña, entonces él saca una manta de su bolso y la cubre. ¿Cuántas veces van a repetir todo? Me pregunto al instante en que me doy
con que tengo los auriculares puestos y suena la misma canción. ¿Cómo puede ser? Me levanto e intento acercarme al chofer para saber qué ocurre. Camino por el pasillo y un sueño inevitable se apodera de mí. Una luz vuelve a despertarme y me doy con que estoy en mi asiento escuchando la misma canción mientras que el viejo me pregunta la hora. Son las y media, le digo ya comprendiendo y una niebla alrededor me impide ver con claridad que el de al lado saca una manta para cubrir a su novia.