Me hace falta ese que tenés a tu costado.
No este que te escribe estos versos despiadados.
Me hace falta ese que te mira y se hace a un lado,
que deja todos sus males y sus desiertos congelados.
Me hace falta ese que te escucha y se amenaza
con decirse él mismo de la noche y de la casa.
No este tempestivo qué terrible el viento pasa.
Ni el paulatino de los vinos que adormecen el mañana.
Me hace falta ese que te abraza.
No este insustancial, remoto y anémico de albas.
Ni este otro seco, torvo y tercamente espaciado.
Me hace falta ese que atraviesa sus soldados.
El que no tiene huecos ni se desangra enlodado.
El que se escabulle con su sangre por tus manos.
El que escucha tu mundo, tu silencio y tus pasos.
Me hace falta ese que te acompaña descalzo.
Me hace falta ese que traspasa
todos sus pasillos con legiones de desgracias.
Ese que no es uno, ni solo, ni ego, ni amargo,
ese que no tiene cárceles sino vuelos y amparos
tan solo porque está a tu costado.
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